14. El odio de Linda.

Hacía tiempo que no le escribía a Natasha. Mientras me fui a cambiar empecé a pensar en escribirle, y en las cosas que le diría. Desde que había cambiado de trabajo no le había escrito. No había tenido tiempo, o cuando había tenido tiempo no había tenido ganas.
Mientras me cambiaba pensaba en dónde habría papel, lapicera, y en vaciar la silla llena de ropa para poder sentarme junto a la mesita y escribir. Cuando por fin tuve todos los elementos listos, empecé a distraerme con la luz de la habitación de Linda. No podía empezar a escribir, y pensaba en la bomba y que, por alguna razón, podría llegar a saber ella qué era lo que había pasado. Finalmente me acerqué a su pieza.
- Permiso.
- Pase.
Linda se mecía arriba de la cama, sentada, mientras Melody se alimentaba gustosamente, con los ojos cerrados, como si formara parte de su cuerpo. Ella levantó el paño de lana que las protegía y tapó un poco la carita de Melody.
- ¿Cómo estás?
Estaba seria, como con cierto enojo.
- Nada. Sin novedad.
- Viste lo que pasó en el Bureau.
- ¿De la bomba? ¡No me hables! ¡Por favor, no me hables! Estuve hasta recién viéndolo en la tele y soportando los comentarios de tu amigo. ¿Cómo puede ser tan imbécil ese tipo?
Linda odiaba a Andrew. Todas las noches tenía algo para decirme sobre lo que él decía por televisión. Era raro, porque yo tampoco me sentía de acuerdo con lo que él decía, pero no sabía muy bien por qué. Sentía que no tenía razón en lo que decía, pero no podía discutirle porque él armaba sus argumentos de manera irrebatible, y después de todo, lo que él decía era lo que antes o después decían otros periodistas, o las tapas de los diarios, o la tele. Andrew casi nunca salía en televisión para presentar sus notas, porque siempre se editaban en el canal y se pasaban en otro momento. Sin embargo, las opiniones que daba en esas notas siempre hacían enojar a Linda. Pero esa noche, aparentemente, había salido al aire él directamente en vivo, para conducir los flashes informativos de la noche porque aparentemente el conductor de siempre estaba enfermo o algo así. A Andrew yo lo había dejado en la empresa, me había ido y no había sabido nada más de él.
- Tu amigo se la pasó hablando de un montón de estupideces y no dijo nada de lo que tenía que decir.
- Él no dice nada, Linda. Los temas ya están todos preparados. Él tiene que presentarlos.
- Sí, pero todos los temas estaban relacionados, y él los presentaba como si no tuvieran nada que ver. Lo de la bomba fue lo primero que dijeron. Puso cara de serio y dijo que “siguen los desmanes” o que “grupos de inadaptados”, o algo así. Dijeron donde explotó la bomba y nada más. ¿A vos te parece que ni a tu amigo, ni a nadie en ese canal de mierda se le ocurrió preguntarse por qué mierda un grupo de inadaptados rompen todo lo que encuentran, tiran carteles, patean vidrieras, y hoy pusieron una bomba en el Bureau de Filatelia? ¿Pueden ser tan falsos de hacerse los que no les importa o no saben? ¿Para qué son periodistas? ¿Para decir lo que ya sabemos? Falsos. Falsos. Ponen cara de serios, muestran todo y se van a un corte. Mentirosos, me vas a decir que nadie se pregunta qué está pasando?
- ¿Y qué está pasando? – pregunté tímidamente. Yo no sabía qué estaba pasando, y nunca se me había ocurrido pensar que todas esas cosas pudieran llegar a tener relación entre sí, como decía Linda.
- Todo. Vos no te das cuenta pero algo tiene que estar pasando. Yo no sé, porque yo no ando en la calle con los que rompen todo, pero no pueden aparecer así porque sí, sin motivo aparente. Ellos lo único que saben hacer es decir que hay que matarlos “aunque a muchos no les guste”. No sé porqué. No sé porqué parece que me contestaran a mí. Si se supone que los que piensan como yo no tenemos razón, que estamos locos y atrasados, pero siempre terminan, por las dudas, contestándonos a nosotros. “Aunque algunos no estén de acuerdo”. Y claro que no estoy de acuerdo. Por más que los maten a todos hay que ver qué pasa con esa gente, por qué está así, porqué reacciona así. Qué es lo que está pasando.
La beba se movía algo fastidiosa al ritmo de los enojos de su madre. Linda se la quitó del pecho, se cubrió y empezó a balancearse más fuerte para dormirla. Con una mano libre apretó el botón del control remoto de la televisión.
- Mirá. Seguro que va a aparecer en un rato. A ver si a vos te dice algo, que es tu amigo.
Sonreí.
- No es mi amigo – dije – ¿Sabés si hay sopa en la heladera para calentar?
- Si, yo hice.
- Voy a buscar ¿Querés?
- No.
Mientras estaba en la cocina, escuché la música de la apertura del flash de noticias, y enseguida la vos de Linda:
- Ahí está, ahí está, vení, ahí está tu amigo.
Andrew estaba sentado en el centro de la pantalla, mirándonos a nosotros con aire serio. No estaba vestido como yo lo había dejado. Tenía puesto un traje claro que yo no le conocía. Miró a la cámara y dijo:
- Siete minutos pasaron de la hora cero de este martes 27 de junio. Catorce grados bajo cero en la noche más fría del año. Hoy a la tarde las brigadas de rescate destaparon las puertas de los corralones que estaban tapadas de nieve. Casi todos los operarios que trabajan en la actualización de las líneas telefónicas se salvaron del incesante frío, aunque uno de ellos está internado en terapia intensiva.
La imagen de Andrew fue reemplazada por la de las casas prearmadas en donde se alojaban los operarios. Muchas personas, tapadas con mantas, se amontonaban en una de las puertas. La cámara se acercó hasta un médico que hablaba rodeado de micrófonos y periodistas, que dijo:
- El muchacho está fuera de peligro, probablemente hoy lo trasladen a las islas canarias, porque pidió volver con su familia.
Linda intervino:
- Sí, fuera de peligro. ¿Te acordás el año pasado cuando se voló una casilla? ¿Vos supiste qué pasó? Yo no.
- Los organismos de derechos humanos continúan haciendo denuncias –siguió Andrew- por las condiciones infrahumanas en las que trabajan estos operarios.
- ¿Viste? – dije yo – viste que algo dicen.
- Sí, ahora. No sé que habrá pasado para que diga eso. Parece que te debe haber visto a vos. ¡Si nunca dice nada!
- En cualquier momento volvemos con... TVI flash.
Las letras se movían delante de la cara de Andrew, que finalmente desaparecía de la pantalla para que continúe la programación. Escuché un ruido que venía de la cocina. La sopa se estaba desbordando.
- ¿Y de las costas? ¿No se dice más nada de las costas? – me preguntó Linda.
- No sé. Hoy, cuando escuchamos la bomba Andrew estaba haciendo un reportaje por ese tema, pero no lo vi. No sé de qué hablaron.
- ¿Y a vos no te parece que eso también genera violencia? A vos no te parece que es terrible que se hundan las islas y que nadie haga nada, que nadie diga nada. Para mí que no hay una conciencia real de lo que está pasando porque si fuéramos todos conscientes, tendríamos que estar todos poniendo bombas, exigiendo una solución.
Me quedé callado, tomando la sopa y mirando la televisión. No era agradable hablar del hundimiento de las islas, porque todavía no se presentaba como algo irreversible.
- Pero si todos pensamos como vos, es un bajón – le dije finalmente. –Nos tenemos que morir.
- Yo no sé que hacer. A mí me desespera – puso a Melody en la cunita – yo no sé el mundo que le espera a Melody. Me imagino un mundo destruido, lleno de gente robándose una a otra. Me imagino que las islas no van a existir más. No sé que mundo le espera a Melody, realmente.
- Bueno, ya va a pasar. Pero no podés estar todo el tiempo pensando en eso.
- Nos tendríamos que juntar, nos tendríamos que poner de acuerdo todos y hacer algo.
Así era hablar con Linda. Un montón de cosas que uno había visto pasar durante el día ella las explicaba una a una, punto por punto, simplemente para llenarlo a uno de incertidumbre y de miedo, y dejarlo con menos ganas de pensar.
Llevé la tasa a la cocina, la enjuagué, y cuando volví a la pieza para saludarla, ya había apagado la luz, y las dos se habían dormido.

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