19. La primicia.

Finalmente, Andrew tuvo la oportunidad de ser el periodista elegido por TVI para dar a conocer la primicia del hundimiento de las islas. Fue su lanzamiento definitivo. Llegó nervioso a la camioneta, diciéndonos:
- Muchachos, por fin, llegó la hora... Necesito que me ayuden ¡se me dio, se me dio! – decía mientras marcaba un número en el teléfono celular. Interrumpió su explicación para contárselo a su esposa:
- Listo, listo. Voy a ser yo... –escuchó algo que le diría su esposa y respondió: -Sí, estuve hablando con Random. Sí, me llamó a su oficina, me hizo pasar, y estuvimos hablando como una hora – Random era la autoridad más alta de TVI en las islas. Sobre él no había nadie más que el directorio internacional del que dependía el canal. Andrew contaba su noticia mirándonos a nosotros mientras hablaba por teléfono, como haciéndonos participar, para no tener que volver a contarlo:
- Me dijo que por el perfil que tengo, y por la imagen que se fue construyendo de mí hasta este momento, yo soy la persona elegida- escuchó un rato, y respondió – no, de plata no hablamos, pero es un salto. Yo creo que ya no me para nadie. Es increíble. Bueno, te dejo porque tengo que seguir trabajando.
Cortó la comunicación y nos miró a nosotros. Lo felicitamos. Le di la mano y Mark le palmeó la espalda.
- Si todo sale bien voy a hacer una fiesta una noche de estas para que todos festejemos.
A partir de ahí empezamos a trabajar los fines de semana tiempo extra para Andrew. Los días de semana hacíamos las notas de siempre y los fines de semana los dedicamos a la investigación de la noticia y a la preparación de los informes. Nos dieron una camioneta nueva, negra, con doble tracción y sin identificaciones de TVI, en la que fuimos a todos los lugares que yo había recorrido aquella noche con Linda. Pronto aprendí a manejarla bien y filmamos los que nos parecían indicios. Pero Mark tuvo una idea que fue mucho más contundente y que el canal aprobó enseguida: buscar en los archivos imágenes de las costas de las islas, y después filmar esos mismos lugares, desde el mismo ángulo, para mostrar la diferencia del nivel del mar. A Mark era un trabajo que le fascinaba. Se la pasaba noches enteras mirando cintas viejas, de diez años atrás o quince, o más, y después nos dirigíamos a ese lugar, y se la pasaba horas acomodándose, parándose de una forma u otra para obtener exactamente la misma toma. Filmaba varias veces, iba y venía para compararla con la del monitor que teníamos en la camioneta. Estaba entusiasmado. Mientras, Andrew escribía y yo me iba a caminar por el lugar, para buscar cosas que pudieran ser útiles para el informe. A veces hacía contacto con algún granjero para que él entreviste. Durante un mes recorrimos prácticamente todas las costas de las dos islas. En algunos lugares había caminos sinuosos, en otros sólo tierra y pasto que con la camioneta atravesábamos como podíamos, o que no atravesábamos y debíamos seguir caminando. Varias rutas estaban cortadas como la de península Smith, por el efecto del agua. La zona de las minas argentinas estaba reducida a la mitad o menos, devorada por el mar. En algunos lugares las olas tapaban los carteles que prohibían el paso.
Para editar el material y separarlo por capítulos Andrew me pidió que lo ayudara a Mark, porque no quería que ninguna otra persona del canal supiera lo que teníamos, así que a partir de ahí yo también me ocupé varias noches para leerle el guión y dictarle especificaciones técnicas a Mark.
Cuando empezamos a pensar que teníamos todo listo, lejos de tranquilizarse, Andrew estaba cada vez más preocupado. Recorría el dial de la Radio y el monitor de la TV para ver que nadie hablara del tema. Si bien nadie lo hacía aún, a Andrew le preocupaba cualquier noticia de ecología, comentarios sobre deshielos o cualquier otra cosa que tuviera que ver con el futuro. Pero su mayor preocupación era encontrar cuál sería lo que él llamaba “el disparador", la noticia con la que lanzaría toda la investigación.
- Y, la noticia es que las islas se están hundiendo ¿te parece poco? –le decía Mark.
- Sí, pero tiene que ser algo concreto, algo para empezar, algo de lo que todos hablen. Vos pensá que hasta ahora nadie habló del tema, pero una vez que la noticia esté en el aire todo el laburo que estamos haciendo puede hacerlo cualquiera. Todo el mundo va a mandar cámaras a la zona para mostrar lo mismo que vos estuviste filmando todo este tiempo. Tengo que encontrar algo que sea sólo nuestro.
Linda me preguntaba en qué andaba que tenía tanto trabajo, y yo no le decía nada, porque le habíamos prometido a Andrew que esto no podíamos hablarlo con nadie, aunque todos lo supieran, aunque no fuera una novedad.
Sin embargo, por alguna razón en una charla ella sacó el tema y me hizo recordar al geólogo que había reporteado Andrew un año atrás sin darle la oportunidad de desarrollar completamente su teoría. La vez siguiente que estuve con Andrew se lo sugerí:
- ¿Y si reporteamos a Natahel Benson otra vez?
- No, ya lo viste, empieza con sus rodeos y no va para ningún lado, no dice nada. La gente se aburre. Tengo que encontrar algo más interesante, algo que sea único...
- Vamos a verlo, a ver que pasa – agregó Mark
- Yo no quedé bien con él, porque se enojó por la forma en que le editamos todo. Si hasta llamó a mi casa para putearme – dijo Andrew.
- Tendríamos que tener a alguien para mandar – dije yo.
- Sí, pero no tenemos que mandar a nadie más que nosotros–remarcó Andrew, amenazante. Pensé en Linda, quizás pudiera convencerlo. Pero era una locura que Linda colabore con Andrew en algo. Pensé que quizás la causa lo justificara para ella, pero finalmente desistí.
Los nervios de Andrew seguían en ascenso porque una noche –nos contó- vio en TV un documental sobre una isla varios kilómetros al sur de Australia que se estaba hundiendo. La isla era muy pequeña y no la ocupaban más que animales en extinción. Y lo que más inquietó a Andrew: Si el próximo verano la temperatura promedio subía dos grados más que el promedio del año anterior, podían derretirse hectáreas enteras de hielo antártico, que harían que el proceso se acelere notablemente. Era el momento. Era el momento de salir a difundir la primicia. En el canal también se lo habían dicho.
Fuimos a buscar al geólogo, que vivía en la Isla Oeste. Salimos una mañana, de bastante buen humor Mark y yo, un poco más tranquilo Andrew. Recorrimos el camino hasta el estrecho entre la bruma matinal, pero cuando cruzamos de isla ya asomaba un decidido día de sol, pese al frío que hacía. Era el mes de junio. Llegamos a la casa del geólogo tiempo después del mediodía. Bajé a hablarle yo:
- Hola, ¿qué tal? ¿cómo anda? Yo soy de un grupo que lo reporteó hace un tiempo, no sé si usted se acuerda, de TVI –le dije. No me reconoció. - Vine con Andrew Millman, no sé si se acuerda, alguna vez hablé con usted. Ahí su expresión cambió. Yo seguí:
- Queríamos ver si usted tiene alguna información concreta para darnos, algo para decirnos sobre la situación del calentamiento de los hielos, y como están nuestras islas. Creemos que la situación está empeorando y la gente debe saberlo. Los organismos no hacen nada al respecto y siempre tenemos que ser nosotros, los periodistas, los que le abrimos los ojos a la gente.
El discurso lo había armado un poco con cosas que me había dicho Andrew, y otro poco con cosas que se me ocurrió que podrían llegar a conmover a Linda. No sé porqué me parecía que este hombre, canoso, de unos cuarenta y pico de años, se hubiera llevado bien con Linda.
- Pasen. Hace frío –dijo.
Les hice una seña a la camioneta, y bajaron Andrew y Mark, sin cámaras y con las manos casi vacías, como lo habíamos convenido.
Natahel nos invitó con una torta caliente y dulce que acomodó nuestros estómagos después del largo viaje y los sandwiches y gaseosas que habíamos comido. Estuvimos hablando de su granja, de cómo se vivía de este lado de las islas, hasta que finalmente retomamos el tema que nos importaba. Y nos contó:
- Estoy publicando un libro. No es una gran edición. Me lo va a publicar la gente de “Sin Cadenas”.
- ¿”Sin Cadenas”? – se sorprendió Andrew, para luego disimular compostura – no sabía que hacía esas cosas la gente de “Sin Cadenas”.
- Yo tampoco sabía. Hacen de todo. Hacen eso, ayudan a inmigrantes. Son pocos, pero siempre están haciendo algo. Tienen una granja acá cerca, a unos diez kilómetros. Y un día, aunque te parezca mentira –le dijo a Andrew con ironía y mirándolo a los ojos –después de ver el reportaje ese que me hiciste, me vinieron a ver. Estuvimos hablando y me pidieron el material de mi investigación, se entusiasmaron, y ahí están, imprimiéndome el libro.
- Qué bien, ¿podemos verlo? –intervino Mark. Natahel sonrió:
- Todavía no está listo –dijo– pero podemos ver el material.
Nos dio el material y nos dejó toda la tarde solos, en su living, mientras él hacía otras cosas por la casa. Nos lo repartimos y lo estuvimos viendo hasta que Andrew dijo:
- Acá. Me parece que acá está.
Era un mapa que mostraba claramente el nuevo contorno de las islas.
- Este es el mapa que me mostró mi profesor de geografía en el primario cuando me habló del tema.
- Sí, puede ser, pero es algo concreto, para empezar.
Se acercó Natahel.
- ¿De donde sacó este mapa? –le preguntó Andrew.
- Es el mapa que manejamos en la agrupación de geólogos de las islas.
- ¿Y cómo lo hicieron? Yo busqué mapas de satélites, en internet y no se ven así las islas.
- Sí pero si ustedes estuvieron recorriendo, verán que hay zonas en las que se ve claramente que las cosas están como lo dice ese mapa. Miren la península de Dolphin. Miren las costas de Mont Pleasant. Ustedes pasaron por ahí hoy. El problema no es el calentamiento de los hielos, como dicen ustedes –me miró a mí- El problema es el suelo de nuestras costas, de nuestras islas, que es más blando que otros y que permite, ayudado por los deshielos y por el leve crecimiento del mar, que se vayan desmoronando y hundiendo esas zonas.
- ¿Y por qué pasa eso, y en otros lados no pasa? – pregunté yo.
- Hay muchas teorías. Unos dicen que es simplemente la característica del suelo, otros dicen que puede ser alguna sustancia que se tiró durante la invasión en determinadas zonas, otros dicen que esto que pasa ahora en las islas ocurrirá en todos los lugares del mundo donde haya frío como acá. En fin, hay un montón de teorías, que yo expongo en el libro.
Mark tomó el mapa y asintió:
- Por acá filmamos el otro día.
- Yo quisiera ese mapa, Natahel –le dijo Andrew. Natahel sonrió.
Nos quedamos los tres callados, hasta que Mark dijo:
- Bueno, nosotros los dejamos que hablen, que discutan, que se peleen tranquilos y nos vamos.
- Por favor, quédense, faltaba más –dijo Natahel.
- No, en serio, yo ya me estoy cansando, quiero ir a estirar las piernas, él es el periodista –dijo Mark.
- Sí, yo voy a mirar cómo está la camioneta –intervine.
Salimos, y realmente no hicimos otra cosa que eso. Casi ni hablamos del libro ni del material. Subimos a la camioneta y dimos un paseo cuando ya empezaba a anochecer. Vimos el sol ocultarse detrás de una colonia de pingüinos que lo miraban casi con el mismo interés que nosotros. Después volvimos a la granja. Sentado en una mesa, junto a Natahel, Andrew nos explicó en voz alta:
- El señor Natahel nos va a dar el material, siempre y cuando citemos la fuente, que es su libro, de próxima aparición. Así, todos nos beneficiamos, y por fin la gente va a saber qué es lo que está pasando en nuestras islas.
- Bárbaro –dije.
- Ahora vamos a ver para cuándo van a tener el libro de este hombre listo, y por último, mañana, yo tengo que hablar con Random para proponerle todo, aunque estoy seguro de que no va a haber problemas.
- No creo –dijo Mark.
Pasamos la noche allí, cenamos con Natahel. Yo recordé los días en que le ocupábamos la granja a los padres de Linda, porque la casa y el frío eran similares. Al día siguiente llevamos a Natahel a ver a los que le estaban imprimiendo el libro.
Llegamos al portal de la granja, y nos recibió un hombre grandote con una gorra con orejeras, que estaba en una especie de garita de Madera. Se acercó a la camioneta y sorprendió a Natahel.
- ¡Eh! ¿Qué hacés ahí adentro? ¿Te secuestraron?
- No, vengo de visita. Vengo a presentarles a unos amigos.
- Ah bueno... – se quedó un instante callado, y no terminaba de darnos paso. Nos miraba a nosotros y lo miraba a Natahel, como extrañado. Sería nuestra ropa, o quizás alguna otra cosa de nuestro aspecto que le causaba desconfianza.
- Ah, bueno...- repetía, pero no terminaba de soltar mi brazo, que me tomaba con afecto.
- A ver, a ver... - decía, como pensando- ¿Por qué no hacemos una cosa?: Vos, Natahel, andá adentro, a hablar con los muchachos, y ellos se quedan acá un ratito en la puerta hasta ver qué te dicen los muchachos.
- ¡¿Qué dice éste?!- dijo Andrew ofuscado, desde el asiento de atrás. Mark lo hizo callar.
- Bueno, está bien –dijo Natahel y agregó hacia nosotros: - Bueno, esperen un rato.
Entró caminando por el sendero hasta la casa. A medida que se iba acercando iba saliendo gente de los galpones, de los gallineros, que lo recibían con abrazos. Él hablaba un instante y señalaba para afuera, en dirección a nosotros. Nosotros saludábamos con los brazos, demostrando nuestras sonrisas. El que estaba con nosotros nos decía:
- Enseguida viene, ya viene y los hago pasar.
Natahel entró a la casa y estuvo allí más de media hora. El de la puerta se metió en la garita a leer, y mientras tanto nos miraba y nos sonreía asintiendo con la cabeza. Andrew se ponía cada vez más furioso.
- ¿Pero estos qué se creen que somos? Vámonos a la mierda. ¿Quién se creen que son?
- Esperá, ya que vinimos hasta acá – lo tranquilizaba Mark. El lugar era agradable y dentro de la camioneta no hacía frío. La gran casa a la que había entrado Natahel estaba rodeada de infinidad de ovejas.
Finalmente el geólogo salió de la casa con un muchacho que hizo una seña para que pasemos. El de la garita la repitió, abrió el portal y entramos. Cuando bajamos de la camioneta, Natahel le dijo a Andrew:
- Bueno, el libro se puede llegar a apurar para que salga la semana que viene.
- Bueno, estamos bien, entonces está todo listo –dijo él. Nos quedamos mirándonos todos como ya sin nada que decir. Yo hice ruido con las llaves, como para que empezáramos a irnos.
- Perdón, los presento – dijo Natahel –Andrew Millman, de TV Islands – nos miró a nosotros para que dijéramos nuestros nombres, porque no los recordaría. Y señaló al señor:
- Stuart.
- ¿Quieren pasar a tomar algo? – dijo Stuart – ¡Por lo menos para cargar combustible antes de salir!
Todos sonreímos, y entramos.
En la cabaña me sorprendí al ver, entre los muchachos que estaban sentados alrededor de la mesa, a Arnold, el irlandés de Linda, el papá de Melody. Ambos nos sorprendimos, y él no dudó en abrazarme.
- Este muchacho y sus amigos me hicieron un montón de favores en Stanley –le dijo a los suyos. Todos me miraron sorprendidos.
Estuvimos tomando algo y comiendo con ellos un rato. Arnold me preguntó por Linda, me dijo que se había juntado con esta gente y que estaba feliz por lo que estaba haciendo. Le conté que Melody era maravillosa, que ya caminaba y hablaba, y me dijo que “ya sabía”, porque de vez en cuando hablaba por teléfono con Linda.
Después subimos a la camioneta y volvimos mucho menos alborotados que durante la ida. Andrew y Mark en el asiento de atrás, discutiendo sobre el material y anotando cosas, y yo en el asiento de adelante pensando en la sorpresa que se llevaría Linda cuando le contara la noticia.

No hay comentarios: