23. Vino Linda.

Una noche, vino Linda. Vino sola, sin el irlandés, pero enseguida se encargó de aclarar que no lo dejaría solo.
Luego de discutirlo con Martin, principalmente, se metió en su habitación y habló por teléfono con sus padres sobre Melody. Después entonces sí, pudimos hablar.
- Nos vamos a trabajar a las Islas Canarias, con Arnold. Me llevo a Melody.
- Ah ¿te la llevás?
- Sí. Pero no es que nos vayamos a vivir juntos con Arnold. Yo estaré allí, y estará Arnold. Pero no viviremos juntos. Por lo menos no por ahora. Yo estaré con Melody, y él no sé muy bien con quien. A veces probablemente estaremos juntos, pero no siempre. Él será libre y yo también. Elegiremos todo el tiempo. Elegiremos permanentemente si queremos estar el uno con el otro, y solo estaremos juntos si estamos bien, si no, no.
- ¿Cuándo te vas?
- Antes de fin de año.
No se fue antes de fin de año. Fin de año lo pasamos juntos Linda, el Irlandés, Melody Martin y yo. Arthur ya se había ido a Australia, antes que Martin para ubicar bien el lugar y establecer algunos contactos.
Fue un fin de año más que raro, con poca gente, porque muchos ya se habían ido. Mis padres ya se habían ido, no sin antes volver a dejarme su propuesta de acompañarlos a Londres. TVI ya no transmitía, y sólo nos enterábamos de las noticias por un canal internacional. Según el informativo, sólo quedaban quinientos habitantes en las islas, sin contar a los soldados de las bases militares, ni al personal del Programa Gerenciador para el Desarrollo de Nueva Falkland.
Linda no se había podido ir por algunos problemas operativos. Todos los de “Sin Cadenas” se irían juntos a las Canarias y tuvieron muchos impedimentos para hacerlo. Por fin consiguieron un vuelo para principios de enero que les permitiría viajar en conjunto de manera más económica, y destinar parte del dinero del viaje a instrumentar el alojamiento.
Casi no hubo fuegos artificiales ese fin de año. Nosotros salimos a la puerta y tiramos una pequeña luz de bengala para entretener a Melody, que subió se encendió roja y bajó en silencio, ante nuestras miradas impávidas y la sonrisa de Melody.
El día que se fueron Linda, Arnold y Melody, los acompañamos al Aeropuerto. Allí, mientras Martin y Arnold se reconciliaban de alguna manera aunque nunca se hubieran peleado directamente, Linda se acercó a mí y me apartó para hablar:
- ¿Todavía no sabés qué vas a hacer?
Le dije que no con la cabeza, un no que indicaba que ella ya conocía esa respuesta.
- ¿Y qué vas a hacer? –insistió
- Probablemente me vaya para la Argentina.
- ¿Para la Argentina?
- Ahá.
Se quedó un rato pensando, y preguntó:
- ¿Y cómo vas a ir? ¿tenés algún contacto?
- Yo me escribía con una chica que conocí cuando fui allá para el cambio de siglo.
- ¿En serio? Y no me lo contaste,¿Por qué no me lo contaste?
Hice una mueca como de no saber. Ella agregó:
- Es lindo escribir cartas. Yo escribía cartas cuando era chica, a mi primo. Le escribía a Martin.
- Si, ya sé.
- ¿Ya sabés?
- Si, ya se
Nos quedamos los dos en silencio, ahora sí ya sin más nada que decir. Me abrazó, y me dijo:
- Te voy a extrañar
Cuando nos separamos, le dije:
- ¿Cuándo te vas? ¡No te aguanto más!
Se lo había dicho en broma, pero al decírselo sentí que me temblaban los labios y el pecho se me estremecía, como si después de haberlo dicho hubiera notado que no se trataba de ninguna broma.
- ¡Gracias!- me dijo, recibiéndolo de todos modos como si lo fuera, y volvimos al grupo.
Allí nos despedimos. Saludé a Arnold con un cordial abrazo. Levanté a Melody, le di un beso grande y en ese momento estuve a punto de llorar, sobre su pelo ya bastante largo y rojizo. Martin hizo lo propio, y creo que sintió algo parecido.
Antes de saludarme definitivamente, Linda agregó algunas palabras que quisieron ser sabias, o consejos. Pero no la escuché. No quise escucharla nunca más.

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